Suleiman tomó una decisión muy difícil para sí mismo: ejecutar a su propio hijo.
La ejecución tuvo lugar, no puedes devolver lo que se ha hecho, necesitas seguir viviendo. Pero los dolores de conciencia no dan descanso y los privan del sueño.
Además, Jihangir, que amaba tanto a su hermano, acusó al gobernante de crueldad y dijo que ya no tenía padre.
Suleiman, al ver el estado de su hijo menor y enfermizo, sin embargo, esperaba que se recuperara y, finalmente, lo perdonara y lo entendiera. Por desgracia, no mejoré y no entendí.
Los mejores curanderos hicieron un gesto de impotencia. Son impotentes: Jihangir pronto dejará este mundo.
Y la razón de esto es la pérdida de un hermano amado, a quien el propio padre le quitó la vida.
Jihangir dejó este mundo en agonía y, para facilitar su partida, le pidió a su padre que le diera opio.
El Señor, no podía negarse y en sus ojos Jihangir bebe una gran porción de opio y le da su alma a Allah.
En tan poco tiempo perder a ambos hijos, e incluso por su propia culpa, es una prueba severa.
Y a Suleiman no se le ocurre nada mejor que encerrarse él mismo en una celda por el momento del duelo.
El soberano pasó 40 días en cuatro paredes orando por sus hijos.
Sin luz del sol, agua y pan, 40 días de prisión, por eso decidió limpiar su conciencia y lavar sus pecados.
Pero, ¿es posible lavarse uno mismo por tal acto con oraciones en el confinamiento?
No creo que ahora los remordimientos de conciencia lo acompañen hasta su último aliento.