Al enterarse de que Namyk había escapado, Handan decidió regresar a la mansión para demandar a Yeter. Handan consideró precipitada la decisión de Namyk y no tenía la intención de entregar la casa en manos de Yeter. Después de consultar con un abogado, Handan se enteró de que, dado que su hermano no tiene hijos propios, el sobrino se convertiría en el primer heredero de su dominio.
Abidin le explicó a su madre que no desafiaría la decisión de su tío y que no le quitaría la mansión a Yeter, pero Handan no se rendiría. Ella consideraba esta casa suya por derecho y no se la iba a dar al cazador de riquezas.
Durante días, Handan estuvo en la oficina de su hermano, revisando papeles, preparándolos para el juicio. Entre esta lección, bebió café en su sillón favorito y trató de lastimar a Yeter lo más dolorosamente posible y de enseñarle la vida de un hijo “bueno para nada”.
Yeter no se involucró en discusiones con Handan. Sabía que esta casa le pertenecía legítima y legalmente a Ferhat, y Handan no podía hacer nada al respecto.
Sin embargo, cuando Handan descubrió que la caja con el dinero no estaba en la caja fuerte de Namyk, asumió que Yeter lo había hecho.
Handan acusó a Yeter de robo y exigió que se le devolviera el dinero. Yeter estaba cansada de los ataques de su hermana. Y decidió que era hora de averiguar quién era el dueño de esta casa.
Yeter le dijo a Handan que no tenía sentido robar el dinero, porque ya le pertenecía a ella. Yeter le dijo a Handan que Ferhat es el hijo de Namyk Emirkhan, lo que significa que todo le pertenece. No tenía nada por lo que robar su propio dinero.
Esto no era lo que Handan esperaba. Ahora comprendía que ningún tribunal le devolvería esta casa. Handan recogió sus cosas y abandonó la mansión en la que se consideraba la amante.