Sultan Suleiman soñaba con capturar la isla de Rodas, que sus antepasados no pudieron tomar. Después de una larga preparación, salió al mar Mediterráneo con un ejército de jenízaros, confiado en que regresaría a las tierras otomanas con una victoria.
Sin embargo, los rodios no tenían la intención de rendirse, y cuando los barcos otomanos se acercaron a su isla, pasaron a la ofensiva.
Muchos barcos otomanos se hundieron y la galera del sultán también estaba en peligro. Sultan Suleiman entendió que ahora solo un milagro los salvaría y ordenó a Ibrahim que rezara.
Mientras tanto, llegan al Palacio de Topkapi tristes noticias: la Galera del Sultán se hundió y aún se desconoce el destino del soberano.
Pero al parecer el Todopoderoso amaba mucho a Solimán, ya que le dio la vida. Sultan Suleiman e Ibrahim escaparon y pudieron colgar su estandarte en la fortaleza de Rodas.
Sultan Suleiman con su ejército, obtuvo una victoria y el primer día en la mezquita de Rodas decidió realizar Namaz. Pero Suleiman no esperaba que el peligro lo acechara aquí. Uno de los guerreros decidió matar al sultán otomano clavándole en la espalda una daga perteneciente a la dinastía otomana.
El guerrero, apuntando a la espalda del sultán, soltó la daga de sus manos. Pero Ibrahim vio el peligro a tiempo y cubrió al señor supremo con su cuerpo, recibiendo el golpe sobre sí mismo.
Ibrahim se salvó. Suleiman, en agradecimiento, le dijo a un amigo que pidiera lo que quisiera. Ibrahim preguntó modestamente: "No me quites la vida".
Suleiman prometió que no se quitaría la vida. Pero lamentablemente, años después, se olvidará de esta promesa.